Hace diez años, cuando empecé en el mundillo del motor, no tenía ni idea del complicado trabajo logístico que supone situar un coche en su punto de destino. Dado que nunca me había planteado algo así, suponía de un modo algo ingenuo que los coches llegaban tan limpios y relucientes como se ven en el concesionario, algo que no tiene mucho que ver con la realidad. Veremos por qué.
Los estándares de calidad de casi todas las marcas implican que la carrocería de cada unidad fabricada sea revisada una vez que se ha terminado de pintar y montar. Es entonces cuando se colocan una serie de pegatinas, lonetas y plásticos protectores. Además, en muchos casos, la chapa se recubre de una parafina protectora. Todo esto se hace para que durante el tiempo que esté al aire libre el vehículo sufra menos con las inclemencias del tiempo.
Una vez que está listo, se suele aparcar en una campa llena de automóviles en donde se irán acumulando para subirlos con posterioridad a un tren. No creo que haga falta que les diga como son esos ferrocarriles, porque todo el mundo ha visto alguno a lo largo de su vida. Sólo cuando está completo, con la máxima carga admisible, se inicia el viaje. Para que los lectores se queden tranquilos, hay que añadir que los coches van bloqueados electrónicamente y sólo tienen operativas las funciones estrictamente necesarias. Casi todos los detalles que pueden ser robados van guardados en una bolsa precintada, y la tapicería, así como la moqueta, se protege con plásticos para que las personas encargadas de subir y bajar el vehículo al vagón no lo estropeen. Además, suelen existir protocolos de obligado cumplimiento que regulan la indumentaria que deben llevar estos operarios: nada de pantalones con hebillas o cremalleras, ni cualquier cosa que pueda dañar o manchar el interior del vehículo.
Muchos fabricantes no permiten que las protecciones sean retiradas hasta que el automóvil se encuentre en el concesionario, debido a que, excepto si se observan exteriormente desperfectos, lo que está preservado con dichos plásticos o lonas no puede estar dañado. Pero esa verdad no es absoluta ya que, en ocasiones, los propios departamentos de calidad no comprueban concienzudamente cada milímetro del coche. Salvo en marcas como Rolls-Royce o Bugatti, en las que casi todo se hace de modo artesanal y el número de unidades diarias producidas es muy bajo, es posible que se escape algún daño que quede cubierto por las láminas de protección. Y también podría caer una granizada, una vez que el vehículo se encuentra a la intemperie, que abolle la carrocería. Por no hablar de una pedrada de un gracioso en los tiempos muertos en que los trenes se encuentran detenidos en una estación o en una vía muerta.
Otro medio de transporte empleado habitualmente por los fabricantes es el barco. Suelen utilizar unos buques enormes que cargan hasta los topes de automóviles. Un día estuve leyendo un documento sobre normas de calidad ISO para el trasiego de coches por mar en el que se hacía mucho hincapié sobre la importancia de sujetar bien cada vehículo al suelo de la bodega, incluso utilizando calzos en caso de ser necesario. Se trata de que no puedan desplazarse ante un posible bandazo del navío. Fue entonces cuando recordé que hace unos años un carguero naufragó en el Canal de la Mancha hundiéndose con 2.862 automóviles a bordo. Dicho accidente fue provocado por una colisión debido a la falta de visibilidad. Pero imaginemos que la carga no se hubiese amarrado correctamente: ante un fuerte golpe de mar, los coches se van a mover libremente. Entonces sería imposible volver a sujetarlos, con lo que podrían amontonarse todos a un lado de la bodega, desequilibrando el barco y empujándolo hasta el fondo del mar.
Tanto el tren como el barco, desplazan los vehículos hasta las campas de distribución logística. Sin embargo, para que nuestro vehículo llegue al concesionario, es necesario transportarlo en un camión portacoches. El sistema de anclaje en un trailer es muy similar al de los trenes. Como es lógico, mientras esté al aire libre, es más susceptible de sufrir daños. En este caso, los protocolos dictan que la marca es responsable del correcto estado del automóvil hasta que este se sube al camión. Eso quiere decir que los fabricantesaseguran estos transportes con una compañía de seguros hasta que el camionero se hace cargo del mismo. Por eso es importante que el transportista revise bien los coches antes de subirlos. En caso de que hubiese algún desperfecto, lo habitual es que la campa le extienda un parte de daños que deberá tramitar el concesionario cuando lo recepcione. Pero si el vehículo se coloca en el camión sin parte de daños, y estos son detectados por el concesionario, la reparación correrá por cuenta del camionero. Por eso estos establecimientos revisan concienzudamente los automóvilescuando son descargados.
Aquí quiero aprovechar para decir que los coches suelen llegar muy sucios, cubiertos de plásticos, con todos los embellecedores guardados en una bolsa precintada. Muchos clientes han querido ver su vehículo en ese estado y se han sentido decepcionados. También eso hace que sea más difícil comprobar la existencia de arañazos. De hecho, en más de una ocasión, cuando se está lavando y desparafinando el automóvil, se comprueba que hay algún desperfecto tan pequeño que no se pudo observar in situ cuando se descargó del camión. En esos casos, si no es muy profundo, se puede aplicar algún tipo de cera reparadora que lo minimice. No obstante, los pintores son muy reacios a pintar una pieza entera por culpa de una falta diminuta, ya que nunca quedará igual que como vino de fábrica. Mi consejo es que no paguen el coche sin haberlo visto antes. Pidan a su comercial que les avise cuando esté limpio y preparado. Con paciencia, mírenlo bien con la luz adecuada. Si el vehículo está aparcado en un lugar oscuro, soliciten que les enciendan la luz o que lo saquen hacia otro sitio más iluminado. Y comprueben aquellos detalles que no se suelen observar a simple vista: bajos, techo, lunas, cromados y llantas. Si no se dan cuenta antes de pagarlo, una vez que lo hayan hecho el concesionario tratará de lavarse las manos.
Mar 7 2012
El largo camino de un coche desde que sale de la fábrica hasta que llega al concesionario
Hace diez años, cuando empecé en el mundillo del motor, no tenía ni idea del complicado trabajo logístico que supone situar un coche en su punto de destino. Dado que nunca me había planteado algo así, suponía de un modo algo ingenuo que los coches llegaban tan limpios y relucientes como se ven en el concesionario, algo que no tiene mucho que ver con la realidad. Veremos por qué.
Los estándares de calidad de casi todas las marcas implican que la carrocería de cada unidad fabricada sea revisada una vez que se ha terminado de pintar y montar. Es entonces cuando se colocan una serie de pegatinas, lonetas y plásticos protectores. Además, en muchos casos, la chapa se recubre de una parafina protectora. Todo esto se hace para que durante el tiempo que esté al aire libre el vehículo sufra menos con las inclemencias del tiempo.
Una vez que está listo, se suele aparcar en una campa llena de automóviles en donde se irán acumulando para subirlos con posterioridad a un tren. No creo que haga falta que les diga como son esos ferrocarriles, porque todo el mundo ha visto alguno a lo largo de su vida. Sólo cuando está completo, con la máxima carga admisible, se inicia el viaje. Para que los lectores se queden tranquilos, hay que añadir que los coches van bloqueados electrónicamente y sólo tienen operativas las funciones estrictamente necesarias. Casi todos los detalles que pueden ser robados van guardados en una bolsa precintada, y la tapicería, así como la moqueta, se protege con plásticos para que las personas encargadas de subir y bajar el vehículo al vagón no lo estropeen. Además, suelen existir protocolos de obligado cumplimiento que regulan la indumentaria que deben llevar estos operarios: nada de pantalones con hebillas o cremalleras, ni cualquier cosa que pueda dañar o manchar el interior del vehículo.
Muchos fabricantes no permiten que las protecciones sean retiradas hasta que el automóvil se encuentre en el concesionario, debido a que, excepto si se observan exteriormente desperfectos, lo que está preservado con dichos plásticos o lonas no puede estar dañado. Pero esa verdad no es absoluta ya que, en ocasiones, los propios departamentos de calidad no comprueban concienzudamente cada milímetro del coche. Salvo en marcas como Rolls-Royce o Bugatti, en las que casi todo se hace de modo artesanal y el número de unidades diarias producidas es muy bajo, es posible que se escape algún daño que quede cubierto por las láminas de protección. Y también podría caer una granizada, una vez que el vehículo se encuentra a la intemperie, que abolle la carrocería. Por no hablar de una pedrada de un gracioso en los tiempos muertos en que los trenes se encuentran detenidos en una estación o en una vía muerta.
Otro medio de transporte empleado habitualmente por los fabricantes es el barco. Suelen utilizar unos buques enormes que cargan hasta los topes de automóviles. Un día estuve leyendo un documento sobre normas de calidad ISO para el trasiego de coches por mar en el que se hacía mucho hincapié sobre la importancia de sujetar bien cada vehículo al suelo de la bodega, incluso utilizando calzos en caso de ser necesario. Se trata de que no puedan desplazarse ante un posible bandazo del navío. Fue entonces cuando recordé que hace unos años un carguero naufragó en el Canal de la Mancha hundiéndose con 2.862 automóviles a bordo. Dicho accidente fue provocado por una colisión debido a la falta de visibilidad. Pero imaginemos que la carga no se hubiese amarrado correctamente: ante un fuerte golpe de mar, los coches se van a mover libremente. Entonces sería imposible volver a sujetarlos, con lo que podrían amontonarse todos a un lado de la bodega, desequilibrando el barco y empujándolo hasta el fondo del mar.
Tanto el tren como el barco, desplazan los vehículos hasta las campas de distribución logística. Sin embargo, para que nuestro vehículo llegue al concesionario, es necesario transportarlo en un camión portacoches. El sistema de anclaje en un trailer es muy similar al de los trenes. Como es lógico, mientras esté al aire libre, es más susceptible de sufrir daños. En este caso, los protocolos dictan que la marca es responsable del correcto estado del automóvil hasta que este se sube al camión. Eso quiere decir que los fabricantes aseguran estos transportes con una compañía de seguros hasta que el camionero se hace cargo del mismo. Por eso es importante que el transportista revise bien los coches antes de subirlos. En caso de que hubiese algún desperfecto, lo habitual es que la campa le extienda un parte de daños que deberá tramitar el concesionario cuando lo recepcione. Pero si el vehículo se coloca en el camión sin parte de daños, y estos son detectados por el concesionario, la reparación correrá por cuenta del camionero. Por eso estos establecimientos revisan concienzudamente los automóvilescuando son descargados.
Aquí quiero aprovechar para decir que los coches suelen llegar muy sucios, cubiertos de plásticos, con todos los embellecedores guardados en una bolsa precintada. Muchos clientes han querido ver su vehículo en ese estado y se han sentido decepcionados. También eso hace que sea más difícil comprobar la existencia de arañazos. De hecho, en más de una ocasión, cuando se está lavando y desparafinando el automóvil, se comprueba que hay algún desperfecto tan pequeño que no se pudo observar in situ cuando se descargó del camión. En esos casos, si no es muy profundo, se puede aplicar algún tipo de cera reparadora que lo minimice. No obstante, los pintores son muy reacios a pintar una pieza entera por culpa de una falta diminuta, ya que nunca quedará igual que como vino de fábrica. Mi consejo es que no paguen el coche sin haberlo visto antes. Pidan a su comercial que les avise cuando esté limpio y preparado. Con paciencia, mírenlo bien con la luz adecuada. Si el vehículo está aparcado en un lugar oscuro, soliciten que les enciendan la luz o que lo saquen hacia otro sitio más iluminado. Y comprueben aquellos detalles que no se suelen observar a simple vista: bajos, techo, lunas, cromados y llantas. Si no se dan cuenta antes de pagarlo, una vez que lo hayan hecho el concesionario tratará de lavarse las manos.
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